sábado, 13 de noviembre de 2010

Crónica del concierto de Cosmosoul

Foto: Javier Castro
Evento: concierto del grupo Cosmosoul dentro de las sesiones “Groove Nights”
Tipo de música: versiones y composiciones propias al estilo soul y funky.
Lugar: sala Barco. C/ Barco, 26. Metros más cercanos: Tribunal o Noviciado, Madrid 
Fecha: 7/11/2010
Precio: 5 euros entrada más consumición.
Hasta cuándo: Todos los domingos hasta nuevo aviso a las 22h.

2-0 gana el Barco

La noche del domingo 7 de noviembre, la banda afincada en Madrid Cosmosoul tenía potentes competidores en la oferta de ocio de la ciudad: el omnipresente Real Madrid-Atleti y los conciertos y entrega de premios de la MTV en plena Puerta de Alcalá. Claro que quien estaba en el Barco aquel día era porque para él Cosmosoul había ganado por partida doble al fútbol y a la música comercial.
Quince minutos después de la hora acordada para el comienzo, el local estaba literalmente vacío. “Los músicos se han ido a cenar. Volverán en breve”, dijo con tranquilidad la joven que vendía las entradas en la puerta. Se entiende su falta de preocupación después de algo más de un mes de éxito cosmosoulero desde su debut el pasado uno de octubre en el mítico local de jams (improvisaciones) y mucho jazz, La Boca del Lobo. Éxito que va volviendo a tomar forma cuando, otro cuarto de hora después, el local se ha animado al ritmo del soul del hilo musical, hasta que al fin los músicos, sin que apenas nos percatemos de que ya han subido al escenario, comienzan a darle vida a lo que salía prefabricado de unos altavoces pocos minutos antes.
Se aprecia pronto la calidad de este conjunto, misceláneo en gustos musicales y lugares de origen. De hecho, no hay dos de ellos que compartan igual nacionalidad: Sergio Salvi, el teclado, es de Italia; a la guitarra se sitúa el vivaz Abel Calzetta, venido de Argentina; el bajista, Manu Sanz, es el unico español del grupo y Aki Onaz es el batería, nigeriano. Más tarde,  llegará la esperada Alana, la cantante portuguesa con ascendencia de Guinea Bissau. Sin Alana, los otros cuatro músicos hacen una pequeña sesión instrumental, de la que destaca su versión de “Red Baron”. Los expresivos gestos y movimientos de labios del guitarrista que, lejos de tararear la melodía, canta cada nota de guitarra, combinan a la perfección con los algo jazzísticos teclado y batería y el bajo más funky de la composición para fundirse en un potente instrumental que engancha desde los primeros minutos. Ya con la vocalista, y con un público cada vez más numeroso y atento, triunfan el dinámico funky-soul y la poderosa voz de la portuguesa que, sin perder entidad propia, nos remite a las mejores voces negras desde las clásicas hasta las más modernas Maysa Leak o Lauryn Hill. Alana conduce los primeros temas, “Didn't Cha Know” y “Apple Tree” (mezclada con “On&On”) de Erykah Badu, como si los hubiera escrito ella, y se siente igual de cómoda que cantando en su lengua con una canción de la artista brasileña Cèu, “Lenda”.

Es de admirar en esta banda el espacio que dejan a la improvisación en sus directos, algo tan impensable para la industria musical, y la acogida de todo tipo de estilos, sorprendiendo y encantando al público como cuando, en mitad de una espectacular versión del “Ain’t no Sunshine” del gran Bill Witters (incluida la colaboración de una joven y colorida flauta travesera), empiezan a sonar ritmos reggae para desembocar en “Black Roses” de Barrignton Levy.

El carácter misceláneo de Cosmosoul queda patente en un repertorio rico en oldies (The Commodores, Bill Witters) e influencias afroamericanas (con una preciosa versión de “I’m not afraid” de Jill Scott; Incognito) pero que, al mismo tiempo, deja lugar a los grandes del rock (Mick Jagger, Rolling Stone), todos ellos encontrados en el punto común de la elegancia del funk. Así, el concierto transcurre con fluida intensidad, no importa que esté sonando el “Virtual Insanity” de Jamiroquai o el clásico “Nature Boy”, compuesto por Eden Abhez en 1947 y más conocido cuando Nat King Cole lo convirtió en hit o David Bowie lo reinterpretó, confiriéndole inquietud y fuerza, en la película Moulin Rouge. Con estas premisas, es normal que cuando el concierto llegara a su fin la gente coreara el “otra, otra” habitual con una energía comparable al de los chillones forofos de los bares que estuvieran viendo el partido, o a la de los entusiastas fans que se desgañitasen en ese momento en los premios de la MTV. 


Belén Lobos

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